Federación Estatal de Organizaciones Feministas

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“No te preocupes, cariño; ya estoy yo aquí para salvarte”

Jueves 29 de noviembre de 2012

Maitena Monroy, formadora de autodefensa feminista, alerta de que algunas instituciones muestran a las víctimas como pasivas, débiles y frágiles

Es fisioterapeuta y formadora en autodefensa feminista desde hace más de dos décadas. Ha pertenecido a diferentes organizaciones a lo largo de su trayectoria activista y hoy es una de las integrantes del colectivo bilbaíno feministAlde. La conversación con Maitena Monroy (Bilbao, 1972) tiene lugar en un pub de Gasteiz. Antes de nada, esta experta en violencia sexista observa que los lavabos son poco menos que un escondrijo, “nada propicios para librarse de posibles agresiones cuando el local se llene de gente y la música esté a todo volumen”. Efectivamente, para acceder a ellos hay que atravesar el largo local, una sala de billar contigua y entrar en un recoveco desde el que, por fin, se adivinan las placas que anuncian los aseos: unos para chicas, otros para chicos. Después, Monroy entra de lleno a alertar acerca de que algunas instituciones están volviendo a mostrar a las víctimas de violencia sexista como “pasivas, débiles y frágiles, al exhibir y objetualizar sus cuerpos abusados y golpeados”.

Las mujeres estamos respondiendo y actuando frente a la violencia sexista, pero deduzco de tus palabras que esa imagen autosuficiente y combativa no interesa a las instituciones. ¿Por qué?

Porque construyendo imágenes de mujeres absolutamente vulneradas e incapaces de resolver su propia situación, el estado tiene la legitimidad para hacerse con el patrimonio de sus vidas y para llevar a cabo una victimización secundaria que las deja al margen del proceso de superación de la violencia: “No te preocupes, cariño. Tú no puedes, ya estoy yo aquí para salvarte”. Otra vez el príncipe, ahora convertido en Estado.

Las instituciones y los medios de comunicación son incapaces de imaginarse a mujeres fuertes siendo víctimas de violencia. Este hecho se ajusta a la premisa básica de la construcción de la feminidad: las mujeres tenemos que ser frágiles para impedir que nos veamos como sujetos políticos de derechos con capacidad para actuar, algo muy peligroso porque convierte a las víctimas en incompetentes cuando no lo son. Hay millones de mujeres en el mundo que están peleando para superar una situación de violencia.

Desde luego que esa lógica encaja bien con que el Gobierno vasco ponga escoltas a las víctimas…

Para proteger los derechos de las mujeres quieren proteger a las mujeres (porque las consideran débiles). Sin embargo, preservar nuestros derechos no pasa por ahí, sino por erradicar la violencia incidiendo en el imaginario colectivo, cuestionando la representación de lo que deben ser las mujeres y los hombres, resignificando el amor, eliminando las desigualdades… Ahí hay que poner el foco y, en los casos en los que se hayan cometido delitos, actuar contra los agresores, nunca contra las mujeres. No debe ejercerse el control social a través de ellas.

Además, parece que esa protección vende… ¡Que no! ¡Deja de protegerme y actúa donde tienes que actuar! Actualmente estamos sufriendo recortes sociales que van a influir de forma negativa en la capacidad de autonomía de las mujeres para decidir y los están aplicando sin que les tiemble la mano.

¿Esa imagen de fragilidad impulsada por las instituciones nos crea la necesidad de sentirnos protegidas, a parte de por el estado, por los novios o maridos?

Sí; y sienta las bases de la dependencia de las mujeres con respecto a los varones.

Sin embargo, no está mal sentirnos protegidas…

La necesidad de protección tiene que ser propia porque, de lo contrario, estamos todo el rato en una situación de desigualdad, de dependencia o de esclavitud, que nada tiene que ver con unas relaciones igualitarias entre mujeres y hombres.

En los cursos de autodefensa, muchas mujeres refieren que uno de sus miedos es el miedo a la soledad, no solo por el fracaso vital que les supone, sino también porque ven riesgoso no estar acompañadas. Por eso, cuando están solas se atreven a hacer menos cosas.

¿Hemos aprendido a auto-limitarnos, en aras de la seguridad?

Existe un control social que nos mete en el cuerpo ese terror sexual que nos paraliza y nos traslada la responsabilidad de ser víctimas de violencia. Así se crea la necesidad de auto-controlar nuestra forma de vestir, de actuar, de relacionarnos, de estar en el mundo… Esto es como la estafa económica a la que estamos asistiendo; no hay crisis, sino una instauración del miedo para disciplinar conductas, para impedir la movilización social.

¿Cómo romper con la representación de las mujeres como seres vulnerables?

Tenemos que hacer hincapié en que estamos en una posición social de vulnerabilidad que tiene que ver con una vulneración de nuestros derechos, no solo por parte de los actores directos de la violencia, sino por el propio sistema, y exigir las responsabilidades para se produzca la transformación. La imagen de debilidad no se fomenta en otros tipos de violencia, donde se vive a las víctimas como no merecedoras de este castigo y como sujetos políticos. En Euskadi tenemos un ejemplo muy reciente: en todo caso, pudo haber una exhibición del dolor de las víctimas del terrorismo, pero no desde luego de sus cuerpos desmembrados.

“Colectivo 8 de Marzo de Nicaragua”

¿Tal vez a las instituciones les falta información y por eso no enfocan bien sus actuaciones contra la violencia?

El movimiento feminista es un referente de autoridad política a la hora de hacer diagnósticos y de evaluar cuáles son las herramientas o recursos para enfrentar la violencia sexista. Diferentes organizaciones hemos dejado claro en las instituciones que urge un enfoque de derechos en su tratamiento. Además, la propia Ley 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género recoge recomendaciones y existen acuerdos y decálogos en los medios sobre cómo informar al respecto. Sin embargo, se siguen reproduciendo las imágenes de pasividad y debilidad tanto a través de las campañas institucionales como de los medios de comunicación. Hay, pues, un interés en representar a las mujeres como vulnerables.

Con un tratamiento carente de perspectiva de derechos, es difícil que la sociedad perciba la violencia machista como el problema de orden social que es.

Según datos del CIS, solo para el 1’8% de la población la violencia contra las mujeres es un problema grave. ¡Cómo puede ser! Esto es muy preocupante porque, si no asumimos la violencia como un problema público y propio del conjunto de la sociedad, no actuaremos frente a ella. Tenemos que detectar cómo internalizamos nuestras responsabilidades y reforzamos, así, un modelo y un orden social basado en la dominación de las mujeres, donde la violencia tiene un carácter instrumental.

¿Qué podemos hacer para revertir esa percepción social?

A mí me parece clave la sensibilización, que tiene que partir de una emoción transformadora que nos lleve a la acción, a la indignación y a la rabia, al grito de ¡¡¡Basta ya de violencia contra las mujeres!!! Pero, ¿cómo planteamos que los derechos de las mujeres son inquebrantables, invulnerables?

En el contexto actual, en tiempos difíciles para la movilización y la participación, se están dando pequeños brotes de agentes sociales nuevos que quieren actuar, como el Movimiento 15-M, o Stop Desahucios. También las y los jóvenes siguen demostrando su interés en transformar la realidad, organizándose dentro de diversos grupos. Un ejemplo anecdótico; en el curso de autodefensa de hoy una chavala de 16 años me ha preguntado a ver si ella también se puede “apuntar al feminismo”. Tenemos que tratar de revitalizar los movimientos y, al mismo tiempo, de pensar en formas más creativas de ser agentes sociales para poder llegar a la gente y conseguir movilizarnos frente a esta parálisis general en la que nos quieren hacer caer.

Y mientras creamos y nos organizamos, ¿qué mensaje lanzas a las mujeres para prevengan la violencia machista?

¡A la calle! ¡A las barricadas! Y también que colectivicen. En los cursos de autodefensa, las mujeres rescatan el hecho de haber podido hablar de sus experiencias y de haber comprobado que también a otras les da rabia tener miedo al caminar por la noche, que un agresor se atreva a tocarles el culo o cualquier otra situación de violencia de baja intensidad pero que tiene altas consecuencias para la vida, la autonomía y la autoestima de las mujeres. Es muy importante colectivizar lo que nos pasa, para pensar y actuar usando la fuerza colectiva. La violencia, la discriminación o las desigualdades a nivel general, no solo las que sufrimos las mujeres por el hecho de serlo, no son un problema individual.

¿Por qué la autodefensa es una herramienta tan poderosa para combatir la violencia contra las mujeres?

Porque, para empezar, nos pone en posición de sujetos en lugar de víctimas pasivas. Después, porque define la violencia como un problema estructural, ni personal ni individual, que tiene que ver con la vulneración de los derechos humanos de las mujeres y que requiere respuestas en todos los ámbitos. Además enfatiza que, tanto a nivel individual como colectivo, las mujeres tenemos recursos para actuar frente a esa violencia.

Los cursos de autodefensa son muy empoderantes y pueden ayudar a la movilización, pero tenemos que conseguir que las mujeres que participan en ellos puedan acceder después a otros espacios en los que continuar la reflexión feminista. Por otro lado, están también las estrategias que nos ofrece el arte, el periodismo, la educación, etc. Cada persona en su ámbito de actuación tiene que ir haciendo ‘cuñas publicitarias’ que cuestionen el modelo social conservador: ¿¡qué nos están vendiendo!? ¿¡Que nos quieren volver a encerrar a las mujeres en casa!? ¿¡Que nos quieren negar el derecho al aborto y llevarnos a épocas incluso preconstitucionales!?

El discurso normativo es muy potente. Una vez lograda la toma de conciencia acerca de las desigualdades, ¿de dónde podemos sacar la fuerza para remar contracorriente?

De la movilización y del debate feminista. La construcción del género es una parte muy importante de nuestras subjetividades y tenemos que seguir desmontándola y deslegitimándola. Aprendida la lección del sistema, los agresores niegan que exista machismo -“eso es una cosa de antes”, dicen-, infravaloran y justifican. El paso de la desigualdad natural (“las cosas son así”) al espejismo de la igualdad ha sido un retroceso muy importante, porque ha hecho que no nos sintamos responsables de la necesidad de acción y que no tengamos herramientas para interpretar la realidad. Es lógico que una mujer crea que, si no hay machismo, lo que le está pasando no tiene nada que ver con eso. “Serán entonces cosas mías, que pido demasiado, que soy muy exagerada y paranoica”, pensará.

Por otro lado, como nos han educado para ser frágiles, débiles y vulnerables, cuando nos cabreamos es porque somos histéricas, bordes, menopáusicas, malfolladas y demás categorías en que nos inscriben con tal de no reconocer nuestro derecho al enfado. Sin embargo, la violencia siempre nos tiene que indignar y que llevar al cabreo; es importante que recuperemos el derecho a la rebeldía.

El feminismo nos ayuda a adquirir las claves interpretativas, a ponernos las gafas violetas y a sentir que esa lectura que hacemos de la realidad es colectiva. Los diferentes feminismos tienen muchos lugares en común a la hora de interpretar la realidad de la violencia sexista, sobre todo, su origen.

¿Y en qué andan los hombres? Parece como si la cosa no fuera con ellos…

La responsabilidad de la violencia es de quien la ejerce y yo creo que partimos del error de pensar que es de las mujeres. Nosotras podemos actuar frente a la violencia que recibimos, pero para entonces nuestros derechos ya habrán sido vulnerados. El imaginario colectivo frecuentemente se pregunta por qué las mujeres no denuncian o por qué no abandonan a sus parejas. Así se construyen los perfiles de mujeres como victimarias. El cuestionamiento, en cambio, se lo tenemos que hacer a los hombres: ¿por qué necesitáis ejercer violencia contra las mujeres?

Son pocos los que vienen a las charlas al respecto, porque dicen sentirse excluidos cuando hablamos de género o de igualdad. Es muy importante que los hombres que están por la igualdad se posicionen, aprendan del feminismo y se sientan parte de él porque, como decía antes, combatir la violencia pasa por internalizar que es un problema del conjunto de la sociedad. Sin embargo, en general, la igualdad todavía no les interesa porque muchos viven muy cómodamente haciendo uso de los privilegios que les otorga la desigualdad.

Bajo el lema de ‘Ez ikaratu: alkartu’ (‘No tengas miedo: organízate’), echó a andar hace ya dos añitos feministAlde, colectivo en el que militas actualmente.

Nació con la intención de hacer un feminismo internacionalista y anticapitalista en el contexto concreto de Bilbao, estableciendo redes y alianzas con agentes sociales que apostaran por el feminismo, fueran o no organizaciones feministas, conscientes de que un solo grupo no puede transformar el mundo. En nuestra corto recorrido, y trabajando mano a mano con otros colectivos, hemos conseguido paralizar el Anteproyecto de Ley de Prevención de la Violencia Machista contra las Mujeres y de Atención y Recuperación Integral de sus Víctimas, que se empeñaba en sacar adelante el Gobierno vasco y que reflejaba “un excesivo proteccionismo y paternalismo tanto a nivel contextual como filosófico”, según expresamos en el texto de alegatos.

Bajo mi punto de vista, uno de los potenciales de feministAlde es que conjuga mujeres de larga trayectoria feminista con mujeres con menor trayectoria, pero todas ellas convencidas de que la revolución será feminista o no será.

Para terminar, ¿qué hace Maitena Monroy cuando le echan un ‘piropo’ por la calle?

Normalmente, simulo un vómito o le pregunto si a caso le he pedido su opinión. Eso deja descolocado al agresor porque es una respuesta que no se espera por parte de una mujer. Si es un contexto de mucha hostilidad, con mucho machirulo, miro de manera despreciativa y sigo para adelante marcando más el paso, dándole a entender que no va a conseguir su objetivo de intimidarme.

De todas formas, más allá de lo que pueda hacer yo, lo importante es que cada mujer tenga claro qué es lo que quiere hacer ella y, en función del contexto, decida cuál es la respuesta más adecuada. No hay estrategias mágicas pero sí eficaces y, sobre todo, que nos dejan a gusto con nuestra respuesta.

En pocas palabras

Lo sugerente: todas las ventanas que todavía quedan por abrir
Lo deserotizante: la desigualdad, que no la diferencia
Lo pendiente: organizarme mejor los tiempos
Un éxito: trabajar en lo que me apasiona
Algo como para tirar la toalla: nada; tirar la toalla sería renunciar a mí misma
Una feminista: todas, cada mujer que lucha por ser quien quiere ser
Una época: cada día
Un lugar en el mundo: una mesa, con amigas, a poder ser cerca del mar


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