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Las mujeres de nuestra vida. La memoria histórica a partir de nuestra propia historia
Llum Quiñonero
Miércoles 16 de diciembre de 2009
Hemos llegado a zancadas al siglo XXI y a esta Granada generosa que nos convoca treinta años después.
Sabemos del camino recorrido; de los esfuerzos realizados, de los debates abiertos,de los espacios ocupados. Pero necesitamos de sosiego para evaluar, conocer, sopesar nuestro presente y encaminarnos en plena crisis del sistema, hacia nuevos territorios, dibujando nuestros propios mapas. Necesitamos calma para nombrar lo. que somos, para hacernos fuertes en nuestras biografías.
En diciembre de 1979 varios miles de mujeres estrenábamos las calles de Granada, armadas con todas las herramientas necesarias para levantar un mundo en el que la servidumbre femenina tocaba a su fin.
Hemos llegado hasta aquí por miles, millones de caminos. Y es hora de afirmar los saberes heredados: nombremos las habilidades de las mujeres que nos han precedido, reclamemos lo esencial de su tarea tantas veces y de tantas maneras devaluada.
Recuerdo al pequeño grupo de mujeres, entre los veinte y los cuarenta años, que llegamos a Granada los primeros días de 1979, desde mi ciudad, Alicante. Trajimos ilusión y propuestas de debate.
Aquel viaje fue una borrachera apabullante de ideas, de proyectos, de expectativas: teníamos en nuestras manos el cambio que deseábamos y nos sobraba coraje para hacerlo realidad.
Fuimos felices aquellos días en Granada.
Tomamos las aulas y salimos a la calle como nunca antes lo hubieran hecho las mujeres en este país. El trabajo doméstico, la sexualidad, la vida pública y la privada, la escuela, la maternidad y la iglesia, la violencia, la ley y la política, el amor, la familia, el aborto y el trabajo asalariado.
Lo queríamos todo y lo queríamos en aquel preciso momento. Discutimos de lo divino y de lo humano con el mismo fervor que entonces bailamos sin hombres por las calles de Granada.
No teníamos miedo a pisar el nuevo espacio creado por nosotras y para nosotras mismas y respiramos entusiasmo. Como embebidas del aliento de las otras, la vehemencia de las discusiones aumentaban la energía que despedíamos, que nos separaba, que nos unía....