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Brasil aprueba jornada de 8 horas para empleadas domésticas

Miércoles 10 de abril de 2013

Consideradas durante décadas por la Constitución como ciudadanos de segunda clase, las empleadas domésticas de Brasil acaban de conquistar beneficios como la jornada de ocho horas.

Una enmienda constitucional aprobada por el Congreso en la noche del martes elimina una cláusula que trata a los empleados domésticos como una categoría especial de trabajadores, una muestra de cómo el boom económico de la última década equilibró algunas de las profundas desigualdades sociales de Brasil.
"Estamos finalmente enterrando el último resquicio de la esclavitud", dijo el senador Antonio Carlos Valadares a sus colegas antes de que la enmienda fuera aprobada por unanimidad.
Brasil fue el último país del hemisferio occidental en abolir la esclavitud en 1888 y la Constitución escrita 100 años después reforzó la idea de una relación única entre las familias y sus sirvientes.
Pero el boom económico de la última década comenzó a cambiar eso, elevando los salarios de las empleadas y obligando a las familias a ser más flexibles con sus expectativas o prescindir de la ayuda doméstica.

Con la enmienda constitucional, las empleadas tendrán los mismos derechos que otros trabajadores brasileños: desde jornadas de ocho horas a guarderías pagadas por sus empleadores u horas extras.

La ocasión de la medida sorprendió a algunos, especialmente considerando que la economía viene desacelerándose en los últimos dos años. Los diarios brasileños han especulado con que mucha gente despedirá a sus empleadas antes de ofrecerle los beneficios extraordinarios y la nueva ley podría acabar empujando a más trabajadores al sector informal.

Tampoco está claro cómo la nueva disposición constitucional será llevada a la práctica en un país donde la informalidad y los acuerdos para burlar la ley son habituales incluso en las industrias mejor establecidas.

Pero los nuevos derechos laborales de las empleadas representan una victoria simbólica en Brasil, donde muchos apartamentos tienen entradas y ascensores de "servicio" y los apartamentos incluyen minúsculos "cuartos de empleada".

"Creo que ya es hora de que la gente reconozca este trabajo", dijo Rita Figueiredo Sousa, una empleada doméstica en Sao Paulo.

"Uno ve que las actitudes están empezando a cambiar", dijo. "Si uno hace bien su trabajo, debe ser respetada igual que cualquier otra persona".

MAYORES PROTECCIONES

Tener una empleada fue durante décadas parte de la vida de muchas familias brasileñas, pero la demanda de ese tipo de servicios aumentó con la expansión de la clase media.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Brasil tiene más de 7 millones de empleadas domésticas, más que el doble que en todo el mundo desarrollado.

Los profundos cambios sociales en otros rincones del mundo en desarrollo pusieron de relieve la situación de las empleadas domésticas, desde temores de tráfico humano en India hasta una batalla legal sobre los derechos de las empleadas extranjeras en Hong Kong.

Pero en Brasil una serie de aumentos del salario mínimo y una mejor organización de los trabajadores permitieron mejores condiciones salariales y de trabajo incluso para los trabajadores informales, dijo la OIT en un reciente informe.

La ley laboral brasileña ofrece ya a las empleadas domésticas y personas que cuidan de niños y ancianos vacaciones pagas, licencia por maternidad y jubilaciones.

Los salarios de las empleadas domésticas casi se duplicaron en los últimos seis años, reforzando las crecientes presiones inflacionarias que atormentan a las autoridades económicas.

El costo de los servicios domésticos aumentó más de un 12 por ciento en el 2012, la mayor contribución individual al índice de precios al consumo. Y las horas extras y los nuevos beneficios podrían profundizar esa tendencia.

La discusión sobre los derechos específicos de los trabajadores en la Constitución brasileña -34 puntos en total- también dejó al desnudo un rígido código laboral.

Las compañías brasileñas se quejan con frecuencia sobre los elevados impuestos laborales, fuertes multas por despido y un reducido mercado laboral en momentos en que la productividad se estanca en la mayor economía de América Latina.

Pero algunos sostienen que Brasil ya demoró demasiado en ofrecer a las empleadas los mismos derechos de los que gozan otros trabajadores.

Ahora la ley brasileña está poniéndose al día con las transformaciones económicas que sacaron de la pobreza a una cuarta parte de la población desde la Constitución de 1988, aprobada después de 20 años de dictadura militar.

"En aquella época Brasil era una democracia muy joven y muchos tenían todavía una visión feudal del mundo", dijo Alexandre de Almeida Gonçalves, un abogado laboral en Sao Paulo. "Los sirvientes estaban ahí para hacer lo que sea que los empleados quisieran. No tenían horarios ni derechos".

Desde entonces los salarios de los pobres brasileños subieron pronunciadamente y las condiciones de trabajo mejoraron. Además, los indicadores de desigualdad cayeron en la última década, algo inusual entre las economías de rápido crecimiento


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