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Algunos hombres buenos
Oskar Aranda
Miércoles 17 de diciembre de 2008
En los últimos años han ido apareciendo distintos grupos de hombres al calor de algunos expertos que han ido planteando temas en torno a las nuevas masculinidades, la manera de afrontar el machismo desde el punto de vista del hombre, las agresiones hacia las mujeres, el erotismo masculino y algunos temas más que han ido aglutinando a ciertos sectores de población urbana, de clase media, funcionarial y universitaria, principalmente. Han hecho llamamientos públicos a raíz de algún asesinato patriarcal más o menos mediatizado y a partir de ahí han ido creando pequeños grupos con la intención de ir configurando un discurso que, en teoría, puede servir para ir eliminando las actitudes sexistas y patriarcales de los hombres.
Estos grupos surgen por la imperiosa necesidad que, dicen, tienen los hombres de juntarse para hablar de sus problemas, sus debilidades. Y en ellos dan rienda suelta a sus experiencias traumáticas pero... sobre todo, ponen de manifiesto algo que nos han enseñado desde pequeños a todos los hombres: la notoriedad del espacio público.
Para ejemplificar mi tesis quiero incluir una anécdota real que le ocurrió a un grupo feminista tras la visita de un hombre a su local. El susodicho decía que estaba muy comprometido y sensibilizado con la lucha de las mujeres y que quería colaborar con ese grupo. Algunas mujeres se reunieron con él, más que nada para explicarle por qué las mujeres quieren participar en grupos sólo constituidos por mujeres, pero antes le vacilaron un poco y le preguntaron, irónicamente, de qué manera podría él participar en ese grupo de mujeres... El caso es que este hombre respondió que a él le gustaría dar charlas sobre feminismo.
El hombre copa, con su dominio del espacio público, todos los lugares y espacios menos uno: los grupos feministas. El hombre, educado en y para el espacio público ha mantenido una actitud entre recelosa y frontalmente opuesta a que algunas mujeres quisiesen juntarse para hacer política. Incluso la izquierda ha mantenido una actitud ambigua ante el discurso autónomo feminista que en los últimos años se ha ido apaciguando con la creación de las áreas de la mujer en sindicatos y partidos políticos. Estas áreas han sido el paso intermedio para el gran salto que algunos hombres buenos estaban esperando desde hace tiempo; la creación de grupos de hombres, antes llamados profeministas y ahora simplemente igualitarios.
En Bilbao se creó un grupo de hombres hace poquitos años y en la segunda reunión ya se quería ir con pancarta propia al 8 de marzo. En otras ciudades hasta han organizado ellos mismos manifestaciones contra las agresiones a mujeres. Es un pequeño ejemplo del futuro que tienen estos grupos. Es decir, querer copar las únicas pocas reivindicaciones que no controlan ni deciden. Entiendo que para muchos hombres sea frustrante y fuente de una incertidumbre tremenda no poder controlar todo lo que está a su alrededor pero hay que ’convencer’ a los grupos igualitarios de que el protagonismo de la lucha contra el patriarcado debe recaer en las mujeres y no en hombres que afirman que ellos también son víctimas del sexismo y el machismo. Como si fuera lo mismo.
Espacios públicos
Los hombres tenemos el 99% de los espacios públicos para hacer política masculinista y es ahí donde tenemos que actuar de hombres buenos. Si las mujeres optaron en su momento por la creación de espacios autónomos fue por la imperiosa necesidad de dotarse de un discurso de lo público que nosotros, por suerte o por desgracia, no creo que necesitemos. Los grupos de hombres están copando tal cantidad de páginas y minutos en los medios que, incluso en Euskal Herria, tienen más apoyo mediático los congresos de masculinidad que organiza Emakunde (instituto vasco de la mujer) que el propio congreso feminista de abril pasado que reunió a más de mil mujeres. Todo un síntoma de unos grupos que se muestran más digeribles para las propias instituciones que las ’intocables’ feministas, incluso para los institutos de la mujer.
Los grupos de hombres lo que aportan al cambio de sociedad es dar cobertura a personajes como Ibarretxe, que se presentó en el congreso, en Donostia, de masculinidad, hace unos años, con su consejero de Interior Balza, hablando de la violencia que ejercemos los hombres contra las mujeres, cuando a su consejero no le tiembla el pulso en lanzarnos sus soldados a la mínima. O el programa Gizonduz, donde había codazos de los pro-hombres de la cultura vasca por aparecer en esa foto, como si eso fuera importante para dejar de estar bajo sospecha, presentándose en sociedad como hombres buenos.
Los hombres que hemos tenido algún contacto con los feminismos sabemos que nos han marcado para poder vivir mejor y más cómodamente, nos han posibilitado conocer, o al menos dejar de desconocer, al 50% de la población y todo eso debemos expandirlo en los espacios donde podamos. No en grupos de autoescucha o grupos de paracaidistas sino en el puesto de trabajo, el ocio y la política que hacemos en espacios mixtos, además de en las reivindicaciones que tienen que seguir protagonizando las mujeres. Eso es lo importante.
Oskar Aranda