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Nuria Varela homenajea a Ana Orantes en ’La voz ignorada’

Sábado 19 de enero de 2013

15 años después del asesinato de Ana Orantes, en España se detecta una gran fatiga social para enfrentarse a la violencia de género”.

Nuria Varela quería rendir un homenaje a esta mujer valiente y ese momento ha llegado cuando se cumplen 15 años de su asesinato. La voz ignorada. Ana Orantes y el fin de la impunidad es el resultado. Un libro que nace del deseo de no olvidar.

El asesinato de Ana Orantes marcó un antes y un después en la visibilización del terrorismo machista en España; también en la implicación institucional a la hora de abordar la eliminación de esta lacra social. Este terrible asesinato conmocionó a la opinión pública y alentó el despertar de un germen de conciencia colectiva de repulsión social, aunque todavía insuficiente.

La periodista y autora del libro reconoce algunos de los hitos más representativos que se sucedieron: “el 25 de noviembre de 1994 se inaugura un monumento en su pueblo Cúllar Vega (Granada). Al mes siguiente se aprueba la Ley Integral; el 15 de abril de 1995, se crea la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género y a los pocos meses, se pone en marcha el 016. En marzo de 2006 se aprueba la creación del Observatorio Estatal de Violencia de Género sobre la Mujer”.

“Quince años después del asesinato de Ana Orantes, la violencia contra las mujeres se está convirtiendo en un fenómeno imparable que vive momentos de expansión y al que ningún gobierno ni institución internacional parece poder ponerle freno”.
Ana Orantes rompió el pacto de silencio. Era la voz que no se quería escuchar. Era la voz que avergonzaba a una sociedad que no quería saber. El pacto de silencio respecto a la violencia de género se había firmado históricamente sobre el miedo de ellas, la violencia de ellos y la indiferencia de la mayoría. Y esa firma había conseguido normalizar la tortura cotidiana que soportaban miles de mujeres. La violencia en las relaciones de pareja se había hecho invisible. Con su presencia ante las cámaras de televisión, con su voz, Ana Orantes resquebrajó ese pacto de silencio. Le costó la vida.

Ana Orantes había soportado 40 años de malos tratos pero trece días después de aparecer en un programa de televisión denunciando lo que había sufrido, su marido, José Parejo, la asesinó. El hombre que la había torturado durante 40 años no toleró su rebeldía. La roció con gasolina y la quemó a la puerta de casa. Y paradójicamente, esa hoguera de odio y de injusticia se transformó en un incendio que recorrió el país. Protestas, movilizaciones, denuncias, se fueron sucediendo. Fue un incendio que consiguió incluso sacudir de su letargo a los medios de comunicación, cómplices hasta entonces del silencio y del desdén hacia la violencia contra las mujeres. Por primera vez, toda la sociedad se sintió interpelada por un asesinato tan bárbaro como injusto, tan real como simbólico.

Qué ha cambiado tras estos 15 años

Quince años después del asesinato de Ana Orantes, la violencia contra las mujeres se está convirtiendo en un fenómeno imparable que vive momentos de expansión y al que ningún gobierno ni institución internacional parece poder ponerle freno.

La crisis financiera que desde 2008 se ha ido transformando en crisis económica y en crisis democrática, se está llevando por delante buena parte de los pilares sobre los que se asientan los estados del bienestar, con el consiguiente coste para las mujeres encargadas de remplazar los servicios que el Estado ya no ofrece, con el doble mandato de los cuidados que la sociedad ya no está dispuesta a satisfacer y con la debilidad económica de quien ya estaba en debilidad en el mercado laboral antes de la crisis. No solo eso, la debilidad económica de las mujeres y la feminización de la pobreza tienen una traducción inmediata también en el ámbito de la explotación sexual.

Aún con todo, el mayor peligro en esta época de recortes, a mi juicio, es la pérdida de derechos y que el dinero sea más importante que todo lo demás. Esta debilidad democrática que estamos sufriendo tiene consecuencias dramáticas para buena parte de la población, para las mujeres maltradas las consecuencias son trágicas. Ante las carencias y las debilidades económicas, el discurso político que se impone es que las políticas de igualdad, la prevención de la violencia, la atención a las víctimas, los recursos a los que tienen derecho, poco menos que son cuestiones de “lujo”.

Ahora, 15 años después, estamos en riesgo de perder la memoria. A pesar de las modificaciones legales, a pesar de todo el trabajo realizado, se detecta una gran fatiga social para enfrentarse a ella. En España, los asesinatos se mantienen, las denuncias y condenas disminuyen y aumentan los sobreseimientos y el número de órdenes de protección rechazadas.

Según los datos del CGPJ en 2011 se archivaron 48.000 denuncias, más del 45% de las presentadas.

Los sobreseimientos han aumentado entre 2005 y 2012 un 158%
En 2011 fueron rechazadas el 36,8% de las órdenes de protección solicitadas por las víctimas.

Durante el primer semestre de 2012, el 26% de las sentencias sobre violencia de género fueron absolutorias. En 2005 el porcentaje era 17,5%

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